Microsoft word - masculinidad, poder y violencia de género1.doc
Construcción de la masculinidad y su impacto en la violencia hacia la María Leticia Briceño Maas1
Hace más de tres décadas Simone de Beauvoir escribía “no se nace mujer, se
llega a serlo”, de la misma forma podríamos afirmar, “no se nace hombre, se
hace hombre”, en el sentido de que los géneros no son producto de diferencias
biológicas, sino sobre todo, son construcciones sociales y culturales.
1.- La masculinidad como sinónimo de poder.
La masculinidad como sinónimo del ser macho, de hombría o de poder tiene su
base más profunda en la creencia de que los hombres son poseedores
privilegiados de un secreto que les concede la supremacía sobre las mujeres,
históricamente, por encima de ellas. Así, el hombre se ubica en una posición de
poder distinta, arriba de las mujeres. La definición hegemónica, predominante,
de virilidad es un hombre en el poder, es un hombre con poder, y un hombre de
La masculinidad está asociada a ser fuerte, exitoso, capaz, confiable y
controlado, no hay peor escena que ver a un hombre perder el control y
mostrarse débil ante otros hombres pero sobre todo mostrarse débil ante las
1 Maestra en Pedagogía, especialidad en Diversidad cultural y Género. UNAM. Coordinadora del Programa Interdisciplinario en Estudios de Equidad y Género de la UABJO. Catedrática del Instituto de Ciencias de la Educación, UABJO
El dominio masculino legitima el uso de la fuerza, la autoridad para controlar la
naturaleza y ser el representante del mundo. La visión androcéntrica le atribuye
la capacidad de ejecutar el mando con la justificación de que la naturaleza le ha
concedido una diferencia anatómica que va más allá de la biología. La
diferencia no sólo es fisiológica, sino sobre todo, cultural; lo que justifica y hace
creer que el hombre es más fuerte, más inteligente y más capaz.
La mera existencia de un órgano viril externo establece la excusa para la
división sexual del trabajo, la exclusión de las mujeres de derechos de
ciudadanía y de trabajos en el ámbito público, en tanto, históricamente su
trabajo se ha circunscrito al espacio privado, al hogar. Decía Rosario
Castellanos, “mujer que sabe latín, no encuentra marido ni tiene buen fin” en
alusión a que las mujeres preparadas están condenadas a la soltería, ya que
los hombres convencionales prefieren a aquellas que se dedican al cuidado de
los hijos y la atención de la casa y rechazan a aquellas que les hacen
competencia en los espacios profesionales históricamente destinados a ellos; a
las mujeres se les acepta pero sólo como asistentes, enfermeras, secretarias, o
educadoras de niños y no como ejecutivas o en mandos de toma de decisión.
Por el contrario, el hombre es educado para la afirmación de si mismo, no sólo
debe ser masculino debe parecerlo. La raíz etimológica de la palabra varón
proviene del latín vir que significamacho, hombre, pero también virtuoso. Sin
embargo, los hombres se encuentran en la disyuntiva continua de ser
demasiado hombres o de no serlo suficientemente. Si abusan de la demasía
pueden cometer actos riesgosos aún para sí mismos como poner en riesgo su
vida para demostrar su virilidad, pero si por el contrario se muestran débiles
pueden ser considerados frágiles y afeminados. En este sentido, para ser
hombre no basta serlo, hay que demostrarlo constantemente.
Culturalmente los hombres, están obligados a reprimir sus emociones,
actuando bajo la máxima de que los hombres no lloran, so pena de mostrarse
En nuestras culturas la asignación de género se lleva a cabo aún antes del
nacimiento; esto se debe al avance tecnológico que permite no sólo conocer el
sexo biológico del producto a través del ultrasonido, sino también decreta o
asigna el género del infante por lo que éste tiene entre las piernas, por la
Aunque, genéticamente los hombres y las mujeres somos iguales en un 99.7%.
El macho XY tiene los mismos genes que el embrión femenino XX pero
2.- La introspección de género
La introspección de género, es la forma en que a través de la práctica social
cotidiana, los hombres se reconocen socialmente como hombres y las mujeres
como mujeres y asumen distintas actitudes ante la vida. Las relaciones entre
ambos sexos han determinado distintas posiciones de poder entre ellos, pues
mientras las mujeres aprenden un modelo de identidad que las hace esperar la
aprobación y el afecto como respuesta a cualquiera de sus actos, el
reconocimiento a través de una palabra amable o un apapacho, los hombres
aprenden un modelo en el que la expectativa de aprobación no suele existir.
Los hombres son educados para ser autosuficiente,s individualizados, a
quienes no se les somete en una relación emocional sino a quienes se les
Las mujeres son relegadas porque el tipo de educación que reciben las entrena
al cuidado de los otros antes que de sí mismas, esto les impide acceder a
posiciones desde las que podrían cambiar el orden social. A los hombres no
les interesa que el sistema cambie, lo paradójico del caso es que esta falta de
interés masculino juega un papel muy importante en el mantenimiento de un
estatus quo que se naturaliza y sedimenta de manera inconsciente en la cultura
Que el hombre sea más rudo, que se siente con las piernas abiertas, o la mujer
con las piernas cerradas, que el hombre tenga que ser fuerte y la mujer tierna y
maternal, ejemplifican una serie de prácticas que muestran la disposición del
individuo a repetir esquemas ordenados simbólicamente:
Decía un autor frances, Pierre Bourdieu, que la virtud propiamente femenina, pudor discreción reserva, orienta todo el cuerpo femenino hacia abajo, hacia la tierra, hacia el interior, hacia la casa, mientras que la excelencia masculina se afirma en el movimiento hacia lo alto, hacia fuera, hacia los otros
El orden masculino no necesita justificarse como tal, ya que la visión
androcéntrica se impone como natural y dado; es ahí donde el orden social y
sexual, funciona a través de la creación de símbolos que ratifican la dominación
Toda la organización y reconocimiento social descansa en una operación
fundamental de división: la oposición entre lo femenino y lo masculino.
Categorías que se expresarían en la forma de ubicarse, mantenerse,
comportarse, y de movilizar el cuerpo, conforme a oposiciones binarias:
Arriba/abajo, suave/duro, seco/húmedo (Bourdieu, 2000).
3.- La construcción de las identidades masculinas
Al igual que en las niñas la identidad masculina se construye/naturaliza desde
la primera infancia, cuando a partir de la interrelación con los padres el niño
aprende los significados de “todo un hombrecito”, lo que más tarde se cambiará
Dentro del esquema patriarcal, al niño se le educa para reprimir sus
emociones, para ser fuerte, ya que culturalmente se espera que responda con
mayor agresividad y valentía; por ejemplo, es común ver que los juegos entre
padre e hijo son más bruscos y violentos, mientras que a las niñas se les trata
Respecto a esta virilidad se señala que no es suficiente tener órganos sexuales
masculinos; para ser hombre, para adquirir el status de “hombre de verdad”,
hay que realizar proezas y hazañas, que lo honren y enaltezcan.
En este sentido, la figura masculina en la sociedad contemporánea debe
No ser afeminado y para el o el hombre se ve obligado por lo menos en público,
a reprimir expresiones como la ternura y la sensibilidad, consideradas como
características propias de lo femenino. El hombre ante todo deberá demostrar
Debe ser fuerte como roble: “aguántese como los machos” “Los hombres no
lloran”. Esta necesidad de afirmación masculina se manifiesta en un patrón de
conducta que se expresa en el hombre independiente, autónomo e
inconmovible, que domina y evita mostrar el mínimo rasgo de debilidad; el
hombre tendrá que demostrar que es el más fuerte ejerciendo su poder sobre
aquellos/as que "la naturaleza" ha resuelto que son inferiores, débiles, pasivos
La demostración de la hombría: Este mandato cobra fuertes significados, sobre
todo a partir de la transformación de la identidad femenina, cuando el hombre
sobre todo en las zonas urbanas, se enfrenta a mujeres más exigentes en
todos los ámbitos de la vida, incluyendo el sexual.
Lo anterior puede observarse en la necesidad de afirmación de la
masculinidad por parte de muchos hombres, quienes siguen asociando
hombría con mayor número de parejas, conquista, osadía, confianza en sí
mismos y como una forma de demostrar qué tan varones son. Por el o, no
pueden negarse a tener relaciones sexuales por temor a que se ponga en tela
de juicio su hombría, so pena de ser tachados como “poco hombres” o peor
Es en la década de los noventa, cuando los medios de comunicación
evidencian la crisis de la masculinidad tradicional al mostrar el incremento de
las “patologías” masculinas, de las cirugías estéticas y el uso de medicamentos
como el viagra, para mantener erecciones más prolongadas y así poder
Desafortunadamente esta crisis también se observa en un incremento de la
violencia doméstica como una forma extrema de mantener un control, que el
hombre percibe, empieza a escapársele de las manos. De esta manera la
violencia arraigada y naturalizada a través de la cultura tiende a ser justificada.
Desde esta postura no sólo se observa la visión patriarcal que ubicaba al
hombre como ser superior, sino también las diferentes formas de
discriminación a la mujer, etiquetada como "sexo débil" y el rechazo de otras
opciones sexuales; no en balde la homosexualidad y el lesbianismo han sido
calificados como patologías y perversidades.
Históricamente nacer con genitales de hombre o nacer con genitales de mujer
implica ocupar un lugar en el mundo y tener un destino más o menos previsible;
independientemente de la voluntad, con la asignación social “es niño”, “es niña”
no sólo se integra al infante en la jerarquía social, sino también, en caso de ser
hombre le es asignado poder sobre las mujeres, los niños, los homosexuales y
Para transformar estas relaciones de poder, que derivan en muchos casos en
violencia, resulta importante educar en cuestiones de equidad y género.
A partir de esta necesidad nace en la UABJO, el PIIEG
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